Martes 09 de mayo de 2023
La estación de Puebla: punto de encuentro de la Angelópolis
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Puebla se convirtió en una de las más importantes del país, debido, entre otras cosas, al impulso que tuvo su industria textil y al desarrollo de su nuevo sistema de transportes: el ferrocarril. La primera empresa que estableció una estación, fuera de la entonces marcha urbana, fue la del Mexicano quien edificó, de marzo a septiembre de 1869, el inmueble que hoy es la sede del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicano.
Poco a poco y alrededor de este complejo ferroviario, se creó todo un circuito de pequeñas viviendas o vecindades que ocuparon, en su mayoría, los trabajadores del riel: mayordomos, maquinistas, conductores, telegrafistas, etcétera. Sin olvidar a los peones de vía que utilizaron viejos vagones, localizados en vías inhabilitadas, para vivir dentro del perímetro de la estación. Además, en ese entorno ferroviario se establecieron pequeñas tiendas, fondas y hostales, algunas de ellas explotadas por los propios ferrocarrileros o incluso hubo pulquerías o cantinas como la de los Gigantes de acero, que tuvo pintada una locomotora de vapor, en pleno barrio de San Miguelito.
De hecho, si nos atrevemos a caminar las calles aledañas a la estación podríamos, si tenemos la intención, identificar algunos vestigios de lo que fue la zona ferrocarrilera de la ciudad. Existen fachadas que evocan un pasado glorioso, como la que se localiza frente al Museo, en la 11 Norte y 12 Poniente, el antiguo hotel “San Carlos”, que en su momento se consideró uno de los inmuebles más importantes o las fábricas de Cuttolec localizadas entre la 8 y 10 Poniente a la altura de la 11 y 13 Norte. En ambos casos, y a la vista de nuestro presente, pasan desapercibidos, pero constituyen parte de la memoria colectiva de las familias ferrocarrileras que vivieron y que aún viven por este lugar.