Jueves 26 de junio de 2025

El primer viaje que no terminó nunca

Hace 200 años, en el noreste de Inglaterra, tuvo lugar una innovación tecnológica que transformó para siempre.

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Litografía de la inauguración del Ferrocarril de Stockton y Darlington, 1825, tomada de los bocetos de Adamson en su obra Nociones sobre ferrocarriles. 1826. Science Museum Group.

Me refiero, de manera concreta, al nacimiento del ferrocarril moderno. Para comprender la magnitud del impacto, imaginemos el contexto. En el alba del siglo XIX, Gran Bretaña vivía profundos cambios, marcados por el ritmo de la Revolución Industrial. Las máquinas de vapor, desde la década de 1770, ya habían sido aplicadas con éxito a la industria por James Watt y Matthew Boulton. Las ciudades, de manera vertiginosa, empezaron a cambiar radicalmente, alejándose de lo que alguna vez fueron. De manera gradual, el carbón se convirtió en el elemento esencial que movía fábricas, hogares y barcos. Pero había un problema: el transporte de dicho carbón hacia las ciudades era lento, costoso e ineficiente.

Mientras algunos pensaron como solución la construcción de canales, otros comenzaron a soñar con rieles. Fue Edward Pease, un empresario cuáquero de Darlington, quien apostó decididamente por una vía férrea. Junto con otros inversionistas y el aporte sustancial del prestigioso ingeniero George Stephenson, nació la idea de construir una línea férrea en el condado de Durham. Su trazado iba desde las minas de carbón cercanas a Witton Park hasta el río Tees, en Stockton, pasando por Darlington y Yarm.

Luego de superar obstáculos financieros y políticos (tomando en consideración lo que implicaba la compra de terrenos para un proyecto incierto), el ferrocarril de Stockton y Darlington se inauguró el 27 de septiembre de 1825. El trayecto cubría unos 42 kilómetros. La multitud se agolpó para ver a la Locomotora No. 1, una máquina de vapor que arrastró vagones con carbón, harina y alrededor de 600 pasajeros. Recordemos que estamos en un escenario donde aún se debatía si las locomotoras de vapor eran más eficientes que los caballos. 

El evento fue todo un espectáculo. Hombres y mujeres se aglutinaron a lo largo del recorrido, el cual estuvo acompañado de bandas de música, salvas de cañones y comilonas.  La línea fue diseñada desde el primer momento para usar locomotoras de vapor, lo cual permitiría transportar mayores volúmenes de carga, a mayor velocidad y con menores costos operativos. 

Este ferrocarril fue pionero en varios aspectos. Por ejemplo, el propio Parlamento británico tuvo que investigar qué era una “locomotora” antes de aprobar su uso. Aquella sociedad se enfrentaba al desafío de regular la innovación tecnológica producto de las máquinas de vapor empleadas para el transporte, así como asimilar los nuevos conceptos que surgían con su uso. Por otro lado, no se trataba de una línea privada y temporal. Fue concebida como una vía pública, permanente y de uso mixto, disponible para quien pagara una tarifa. Esto incluía no sólo transportar carbón, sino productos agrícolas, materiales de construcción, y personas. En pocas palabras, fue el prototipo del ferrocarril moderno.

El impacto fue inmediato y profundo. La eficiencia del sistema, en aquel primer laboratorio de operaciones ferroviarias, atrajo a visitantes de distintos rincones del planeta. También cambió la manera en que la gente concebía el tiempo y el espacio. Antes del ferrocarril, las ciudades operaban con horarios locales distintos. Con la extensión de las vías férreas por todo el mundo, fue necesario unificar el tiempo para evitar confusiones en los horarios. 

Detrás de este logro de innovación tecnológica y de inversión de capitales, también estuvieron trabajadores anónimos que construyeron aquel ferrocarril, desde niños que perforaban bloques de piedra hasta los mecánicos que mantenían a la locomotora y los coches funcionando día y noche.

En suma, el legado del ferrocarril de Stockton y Darlington, tras 200 años de su inauguración, vive en cada kilómetro de vía férrea en el planeta, en cada vagón y en cada coche de pasajeros. En otras palabras, este ferrocarril pionero no solo movió carbón, sino que puso al mundo en marcha a partir de aquel primer viaje que no terminó nunca.

Crédito: Jonatan Moncayo Ramírez, Jefe del departamento de curaduría de colecciones Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos

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